miércoles, 4 de mayo de 2016

Fajas de colores



La primera vez que supe que la banda de papel de colores que se le añade a un libro para destacar algo se llamaba faja no puede evitar sonreír. Faja... llevaba mi abuela, y en lugar de verde o, sobre todo, rojo chillón, era de un sufrido color carne que... bueno... ya sabéis de qué hablo.

El caso es que cuando paseamos por los expositores de libros, sea cual sea el género, encontramos fajas envolviendo libros con mensajes que nos saltan a los ojos: decimocuarta edición, el segundo autor más vendido del Reino Unido, la novela en la que se basa la película...

Está claro. La portada ha de ser buena, ha de durar. Pero hay mensajes caducos de vital importancia en el momento en que nacen. Llamadas a la acción, de colores chillones, que hacen saltar a nuestros ojos ejemplares entre las pilas de libros ofertados.

Una estrategia prima hermana de los carteles amarillos de precios de descuento, o los mensajes inscritos en estrellas. El objetivo es destacar, captar nuestra atención, aportar valor. Y lo consiguen. Por eso sus colores saturados: desde aquí invito a que me mandéis fotos de fajas de color gris, o visón, si sois capaces de encontrar una.

Pero no sirven sólo para eso (ni que fuera poca cosa). A mí sí, porque como buen miembro de Edamel soy muy fan de los marcapáginas. Pero mi abuela... bueno, ella usaba la faja color rojo que a veces envolvía los miles de libros que leyó en su vida... como punto de lectura.

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