Durante los últimos días, el blog de Edamel ha dado un repaso al
fenómeno de los clubes de lectura. Hemos
analizado sus objetivos y hemos visto lo sencillo que puede resultar ‘cocinar’ estas actividades, si se cuenta con los medios
y los ingredientes adecuados.
Hemos querido hacerlo, además, sin olvidar el punto de vista de las
empresas culturales, que, entendemos, pueden obtener beneficios de la promoción
de este tipo de clubes. Y tampoco hemos dejado de lado el lado social del
asunto, ya que, como hemos visto, un club de lectura es una manera tan buena como la que más de hacer vida en
comunidad y permite que personas con intereses y aficiones comunes se
encuentren… y que, desde esa base, se cimientan relaciones y proyectos comunes.
Los clubes de lectura comenzaron
en ámbitos muy reducidos, como tertulias en bibliotecas locales pero, poco a
poco, instituciones públicas, medios de comunicación y editoriales han ido
abrazándolos. Como ejemplo más que significativo, podemos reseñar la
información, conocida en abril, de que la Real
Academia de la Lengua española (RAE) prepara su
propio club de lectura.
Según explicó el secretario de la
Academia, Darío Villanueva, el club de lectura nacerá en 2013, dentro del
programa del tercer centenario de la
Academia y pretende animar a la lectura “ingenua, no erudita” de los grandes
textos de la literatura española. Estará, según adelantó Villanueva, vinculada
a la recientemente creada Biblioteca
Clásica. Impulsada por la RAE y la Obra Social la Caixa y editada por
Galaxia Guntenberg-Círculo de Lectores, esta colección incluye títulos como Lazarillo
de Tormes, La Dorotea, o La
Celestina.
Es un caso que habla por sí mismo. Que la más importante institución
que vela por el bien de nuestro idioma se fije en los clubes de lectura nos tiene que dar una idea del poder de este arma
cultural cargada de futuro.
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