*Imagen: búsqueda en Google.
Aquí nos gustan los marcapáginas. Si no me creéis, daos un paseo por el blog.
Aparte de lo evidentemente útil que resultan (para cuándo multas a los dobladores de esquinas), ofrecen, entre otras, dos diferentes posibilades:
- Relicario: porque si se sabe de alguien ordenado y amante de conservar las cosas, un marcapáginas hecho a mano le hará recordarnos mientras lo use. Es un regalo personal, y especial, que a mí por lo menos me hace mucha ilusión.
- Banner: o anuncio, en castellano. Un buen marcapáginas, de esos que ponemos por aquí de tanto en tanto, es una manera estupenda de posicionar nuestra marca o productos en la mente de un potencial cliente. Cada mañana en el autobús, cada noche antes de apagar, ese lector coge un elemento que es nuestro, que somos nosotros, y lo soba, lo mueve, lo lleva de atrás hacia delante, o lo apoya en la mesilla. Espacio promocional sobre lectura, para quienes ya sabemos lectores.
Puede, no obstante, que la vida del marcapáginas sea tan corta o larga como la lectura del libro. Con suerte si es nuestra marca o alegría si somos los autores del regalo, pasará al siguiente libro leído, hasta que ocurra alguna tragedia: que se rompa, se pierda o no quieran saber más de nosotros (esto es más probable en el caso del relicario).
O quizá, como suele ser mi caso, se guarde el libro acabado en la estantería sin sacar el marcapáginas que contiene. Mala cosa para nuestros intereses. Salvo que... como ya hemos dicho por aquí, seamos de esa clase de gente que tiene la sana costumbre de prestar libros. Entonces sorprenderán, a quien los reciban, a donde vayan, con nuestro nombre dentro.
En todo caso, y resumiendo, pocas acciones de marketing editorial mejores (relación calidad / precio) que ésta.
Ala, a diseñar, imprimir y regalar marcapáginas.
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